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viernes, 5 de febrero de 2010

"La noche más mágica jamás vivida"

Terminamos el refresco y cerveza. magritte-amantes

(Él): Quieres otro?

(Yo): No, gracias.

En cuanto pronuncié aquellas dos palabras me di cuenta que quizás había metido la pata, que quizás hubiese perdido la oportunidad de pasar más tiempo con él, a solas, ya que se suponía que después de las bebidas cada uno nos iríamos a nuestra casa, o donde cada uno quisiera.

Pero para mi sorpresa me propuso dar una vuelta en moto, y creo que ya lo tenía planeado, porque venía preparado con los dos cascos.

Cogimos, o mejor dicho, cogió en dirección Isla de la Cartuja. Mi pecho pegado a su espalda, chocando con ella cada vez que frenaba o cambiaba de marcha. No sabía dónde poner las manos, si agarrarme a su cintura, apoyarlas sobre mis piernas…

Dimos varias vueltas por los alrededores, más tarde comprendí el sentido de que lo hiciera, quería encontrar un lugar lo más recóndito posible, lejos de ojos ajenos curiosos. Y lo encontró, al menos un lugar lo más discreto que se podía.

Me invitó a que nos sentásemos en un banco. Al principio me puse un poco alejada de él, me moría de vergüenza, pero sobre todo de incredulidad. Él, yo, los dos allí sentados, solos, escondidos, no me lo podía creer ni aún estando viviéndolo en primera persona.

Con sus palabras amables, pausadas y su tono de voz meloso, intentaba por todos los medios que me relajase, que me soltase, que aparcara la vergüenza y que aquel gato que me había comido la lengua me la devolviese.

La noche calurosa y despejada dejaba ver a la perfección el cielo estrellado, y entonces empezó a mostrarme las diferentes constelaciones que se alcanzaban a ver desde donde estábamos. Sé que suena muy cursi, pero fue así, tal cual. Al menos a mí me encantó. Me encantaba toda su sabiduría, todo lo que podía aprender de él. Y aún hoy eso me encanta.

Pobrecito, ya no sabía que más hacer para que le diera un poco de cuartelillo. Se le ocurrió una última cosa.

(Él): Ponte de espaldas a mí, pega tu espalda con la mía.

(Yo): Para qué? No lo entiendo.

(Él): Ya que no hablas, quiero que a través de tus movimientos yo pueda sentir lo que realmente quieres decir y no te atreves. Habla con tu cuerpo.

Le hice caso, nos sentamos espalda con espalda. Empezó a moverse suavemente, rozarse conmigo, y yo hice lo propio. Aquella técnica funcionaba.

Me cogió las manos, que las tenía apoyadas en el banco, tiró de ellas para que lo rodeara con mis brazos, guiándome para que lo acariciara. Después hizo lo mismo, pero esta vez eran sus brazos los que me rodeaban a mí. Y empezó a acariciarme, lentamente, a recorrerme la tripa, subiendo al pecho para después bajar hasta donde pudo llegar.

Y llegados a este punto, no hace falta ser Einstein para imaginarse qué pasó después, cómo terminó la noche. No quiero dar más detalles, puesto que mi intención no es contarlo a modo de relato erótico. Para mí fue y es otra cosa muy diferente.

Aquella fue la primera noche que “estuvimos juntos”, por ello se le puede calificar como la mejor, la más intensa…la noche más mágica jamás vivida.

Después de aquello hubo algunas noches más, más tardes, más mañanas, más días calurosos de verano y más días fríos de invierno. Tres años de “amor” que viví a escondidas. Que ambos vivimos a escondidas. Tres años siendo amantes condenados a mantener en secreto nuestra identidad y todo lo sucedido.Los%20amantes

JAMÁS LO OLVIDARÉ

1 confesiones:

Scheherazade Miranda dijo...

Así que así empezó todo.
mm...Interesante.
Tengo ganas de verte el sábado.
Por cierto. Yo seré la Juez.
Te quiero Cariruchi!!!